Flashes de cámaras. Risas. Gritos enternecidos. Miles de manos intentando cargarlos. Ante una conmoción generalizada en redes sociales, los quokkas sobrellevan una convivencia forzada con turistas de todo el mundo. Víctimas de la humanización, sus fotografías con lo que parece una sonrisa permanente son cada vez más comunes.
INCREIBLE , SIGUE ASÍ
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